martes, 17 de agosto de 2010

CAMINANDO




Un segundo.
Ahora pudo romper el viento.
Tan sólo las manos, y unas tijeras inventadas;
en sus ojos, la vida.

Maneras y maneras de un consuelo sin aviso,
allí, donde el mar ha muerto,
y de la vida quedan los sueños.

Mira, ahora te aviso.
En el corazón de un hombre inquieto
no quedaron restos de nada.
Sombras.

Caminé por el estrecho sendero
que me unía con las luces de ventanas perdidas.
Ahora, un segundo paro.
Encuentro un abrazo debajo del bolsillo,
y me lo guardo callado antes de mover los pies.
Es un monstruo, ya no veo.

OBSOLETO




Sol, mira
como tu sombra quiso
y tú no quisiste;
para abrigar el viento
con fuego que quema y sigue vivo.

De noche, como en invierno,
nadie canta.
Pero es ahora y yo
el momento y el hombre.
Corazón salvaje te volviste y pronto
lloraste.
Corazón de miedo te fuiste y no volviste.
Oh, corazón amargo de vino;
amigo, no llores.

De noche, como en invierno,
nadie canta.
Pero nadie es ahora, y yo
soy nadie y pido fuego.
Corazón y alma, amad la vida.
Corazón amargo lloraste,
y te dijeron.

De noche, como en invierno,
nadie canta.
Lloran las esquinas,
y hablan, corazón, ellas
solas, tan sólo con la voz.

Y tan de noche, como en invierno,
se tornó la luz del sol sin embargo.
Tan frío, y tan de noche
que la vida fue en silencio mi consuelo.
Tanto frío, que lloré
y amargué el corazón dulce de los hombres.

Avivé el fuego, de noche, tan de noche
como en invierno.
Y ahora, corazón, es de noche,
y el invierno es triste.