El vaso era en ese momento toda mi vida. Mi sangre, mi orgullo, mi pasión, mis horas de recuerdo, mi aliento entre los incansables sorbos. Manché mi camisa a propósito, ya estaba harto de esa tela amarillenta. Y entonces, cuando fui a levantarme, me encontré cansado. El espectáculo del bar, las camareras, la barra a lo lejos, el suelo pegajoso, todo me apretaba la cabeza, y me abrazaba con demasiada fuerza. Supe reaccionar al escuchar una increíble melodía. La melodía con la que soñé desde que era niño, con la que dormí tantas noches…
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