Arriba me encontré
solo, gritando al sol,
entre pena que amarga
y llantos que soltar.
Una suave brisa roza mi espalda,
la sonrisa de una juventud temprana,
el recuerdo de una infancia,
las migajas de pan en el camino.
Y subiendo más arriba encuentro
el olor a hierro quemado,
un amor deshojado,
historias que se repiten.
Mi pasado masoquista,
mi presente futurista,
mi futuro nostálgico.
La vida que me toca,
y que me hiere,
que me duele,
y me ahoga.
Y soplando por la esquina
veo otra vez la vida,
y llorando por la cima
te veo sonreir.
Y busco, claro, busco
una razón para no llorar,
y también para no reir,
y me rompo las encías.
Al lado de la pasión que desaté
por romper un hilo de esperanza,
esperanza que se frustra con el tiempo
y se vuelve gris, amarga, pesada.
Me embarga el corazón
un viejo de tirantes de punto,
y una mentira se posa en mi nariz,
el viento la desgrana.
Siento un poco de sueño
que se desvanece con el alba,
y el recuerdo de una infancia,
y la juventud temprana.
Y sintiendome honrado
miento, por ser hipócrita,
meneo las luces tempranas,
me caigo por la ladera.
Me siento, como no,
hecho trizas, roto,
suplicando al aire
que me de una razón.
Y me canso,
me ahogo,
me revuelvo,
lamento.
Y subo más arriba,
cuando el alba me ha tocado,
siento su sonrisa en mi oreja,
el tiempo se ha parado.
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