El ansia que me abunda,
y vuelve por la esquina,
me abre la mente,
y me inquieta.
Mientras todo se desvanece
por tiempo pasado,
por tiempo de gatos sin nombre.
Abanicos de desgracia
que rozaron mis pestañas,
se balancean suavemente
en las manos de una anciana.
Y el mar se mueve,
a pesar,
y me miro en un espejo,
sin pensar.
Cuando las nubes son
deseos, deseos
de llanto,
y de gritos.
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