Ingenioso vagante
que caminas con ardor,
y maltratas las pisadas,
enséñame a vivir.
Dime que he de hacer,
dime como llorar,
como reír,
dime como.
Hazme un guiño de descaro,
para que así venga el desaliento,
y me unte de pasión
ante un viejo abeto.
Y tú, pequeña enamorada,
caerás entre mis brazos,
pequeña, desnuda, débil,
como una fruta temprana
que madura junto al aliento de un anciano.
Y te sentirás segura,
pues aquel que me dijo,
sí, me dijo como actuar,
era grande, increíble.
Y entonces,
tras recobrar aquel aliento
de joven despreocupada,
sabrás que decir.
Me recordarás a la noche,
junto a la mesilla,
mientras sueñas con un día,
mientras vives en la noche.
Cuando todo se haya secado,
sólo quedará tu pelo
enredado entre mis brazos.
Y entonces, cuando el viento
me hable lentamente,
te diré mil letras al oído,
cuando me acueste cansado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario