Vuelvo a escribir, tan tarde como siempre,
los versos a la luna,
plácidamente, en un domingo desahuciado,
mirando las hojas.
Cuando brillas y lamentas
tu ausencia de fuego,
cuando eres el amor
disipado con el viento.
Te escucho sollozar
en un Agosto encogido,
rumbo a países lejanos,
a la llama escondida.
El sol que te persigue
de este a oeste,
y tú que te escabulles
en la noche, en mi mente.
Las brasas de un cigarro te inspiran un deseo,
y sueñas con volver a ver un rayo,
sueñas con el alba soñolienta,
y lloras sin temor, sin aliento.
Colgada en el techo interminable,
sobre borrachos que se burlan de tu estela,
arropados entre gatos sin nombre
los poetas en la acera.
Un Agosto interminable te oyó
tiritar la pasada primavera,
al ver escrito con sangre
tu nombre en las flores de la arena.
Y sonríes suavemente,
y se burlan las estrellas,
el sol a lo lejos te recuerda,
y te hace guiños a ciegas.
Y tú, tan parada como siempre,
ves dar vueltas al mundo que te hiere,
dando gracias por tu aliento,
dándolo todo por un recuerdo.
¡Oh! dueña de la noche,
acoge a mi pecho una vez más,
para que tras la tenue luz de un coche
mis pensamientos me inciten a soñar.
Y mi vida tome un rumbo sin sentido,
y me agote de buscar el camino.
Y tú, tan bella como siempre,
serás en tu nombre una,
y al fuego traicionero
le dirás que se aparte…
…cuando todo esté en silencio,
y mi alma ya descanse.
Precioso
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