No estaba claro, ni venidero
el horror, el placer de la vida,
las lágrimas por deseos frustrados,
los viejos amores en el recuerdo.
Y la pasión me vence,
me agarra de un tirón la cabellera,
tranquila, risueña,
se despereza en mi regazo,
y me habla,
como un rayo.
Como ayer, los recuerdos,
la mente en vela
en las noches de invierno,
tiritando de frío.
Y mi camisa, tan arrugada
y sucia, me cubre la piel,
y su pelo me acaricia
la mejilla.
Cuando el cielo es el deseo de los dientes,
hablando de recuerdos,
muerdo un alfiler,
quemo mis pecados,
mi rabia, y mi pasión
frustrada.
Y en la noche me desperezo,
y escribo letras de amor
desesperadas.
Reitero, me vence la vida
en las esquinas soñolientas,
de ciudades repletas
de perros a la noche,
y vidas independientes
en ventanas de hierro frío.
Triste y parado,
me enfrío,
y enloquezco de rabia,
lejos de tu regazo.
Poetas y poemas en conjunto
me recuerdan un momento,
y me uno al desaliento
apasionado.
Junto al fuego,
junto a todo,
junto al viento,
a lo lejos,
gritando.
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