Era una noche y Paganini dormía. Era la noche y mi infancia descansaba.
Y le dije al alba: despierta a un viejo violinista.
Y yo desperté y el albor me hablaba.
Desencajé la madera de la alcoba
que encerró el alma y mi vida.
Mi sencillo sueño de dioses.
Hablaban, y otra vez desperté.
Era sueño, albor de todos
y se abrió la nada.
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