sábado, 5 de junio de 2010

A ANTONIO MACHADO




De maestría y enjuto verso
poblaba sin miedo el poeta al viento.
Maestro y capitán de lenguas
que abrían paso a los dientes labradores
de paladares muertos que abrasaban la boca.

Fuiste, capitán sabio, iracundo,
sembrador del miedo y la pasión;
como un día llenaste las almas de poesía
y quebraste el verso que te ataba a la muerte.

Labrador de papeles áridos y corazones
pulidos:
diste vida a la filantropía.
Como amaste, poeta, la escarcha de los campos;
y enseñaste a amar a los olivos.

Besaste el limonero.
Escribiste, y tu alma quedó escrita.
Muere el ave que rompió con sus alas las nubes más espesas,
mas con tu verso supiste romper su miedo
y devolverla a la vida.

Maestro, capitán de lenguas,
enseñaste al cielo el secreto de volar.
Escribiste, y tu verso quedó muerto.

Mas con todo, y hablando raudo y rapaz
de sueños enjutos,
fuiste, sin embargo, de sangre pura
cantando a las almas en secreto.

De odas y alegrías llenaste
la vida de mi alma.

Vivieron herejes y santos a tu espalda,
mas siento a penas, y te hablo, oh, poeta,
para mostrarte mi vida.


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