domingo, 10 de enero de 2010

ERA UN TODO, Y UN NADA


Oh amada de mis noches,
muerte moribunda.
Oh vida desnuda
ante los brazos.
Culpa a los culpables,
mata a los que sufren,
haz sufrir a los que ríen,
y el alimento tempranero
serán tus huesos en su espalda.

Oh, a la hora canto.
La hora es gris,
pálida como el otoño,
la hora es gris.

Siempre los grisáceos
atardeceres lloran,
o hacen llorar a los que esperan.

El silencio, la vida,
el sueño,
la poesía derramada,
la luz del horizonte,
los que ríen
y los que sufren,
los que lloran pálidos a la luna,
o gimen, o se cansan.

El invierno es gris,
y grises son sus palabras,
como la lluvia gris
o los grises atardeceres.

Grises son mis besos,
y más tus manos.
Más los prohibidos labios
del amor prohibido.
Más los enamorados ojos
del balcón de tu mirada.

Oh dulce dama,
si al despertar pudiera
olvidar mis días,
olvidar que nuestro amor es infinito.

Oh dulce dama,
la carne no nos representa,
y nuestras almas lloran
con tan poco tiempo
a sus espaldas.

Me escondo en la noche,
y tú también te escondes.

¿Quíen ideó este sumo alejamiento
para querer cuanto más acercarnos?

Oh dulce dama,
volverás a llorar esta noche,
y tu carne no será sino olvido,
y tu alma mi refugio,
y mi alma un dulce beso.

Por los recovecos de la noche
andaré descalzo.

Por los senderos donde el amor se esconde,
y la luna grita,
y nadie responde.

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