jueves, 2 de diciembre de 2010


*

Hoy he caminado y he visto caminar

a la vida como el amor volaba.

He visto tanto que se borra mi recuerdo

y me adormece el día.

El día pasa triste y

con rosas marchitas.

Es otro sueño, otra mirada que

recuerda una palabra.

Eso fue, una palabra me abrazó

entre paso y paso.

Vimos llanto y alegría.

Vimos recuerdos ausentes,

y le contábamos al viento cuánto sueña un hombre.

La palabra marchó y no busqué otra.

Paseé solo, inquieto,

con el corazón húmedo y el rostro pálido.

Era preciso mirar por la ventana,

sentir la brisa, y descansar los pies

en la arena.

Enterrarlos profundamente

en la tierra.

Llorar con la vida y vivir con el llanto...


Eso fue todo.

Un camino bostezó y yo soñé en su canto.


*

Volvió la palabra a la noche

como si acabara la jornada.

Entonces la enterré con mis pies

y con la arena fría, y la busqué

luego.

Ya no estaba.

Leí al mundo de poesía para encontrarla.

Pero era mi palabra.

Todavía era mía.

Estaba

tan sólo buscando mis manos

y mis versos.

La oí por última vez mientras

moría con el cielo de noche.

La muerte me acompañó entonces

tras la vida.

Paseamos juntos.

El escalofrío fue terrible

y consolado.

Era entonces un amor.

El final odioso que acompaña a la vida,

como un opuesto ser que llora y que bosteza;

“Vamos” dijo la muerte.


*

Vaga, alma, vaga,

con la última palabra.

Con el sueño renovado;

con un beso.

Pide que alienten tu paso,

y deja a la vida en secreto.

Será nuestra. Sólo nuestra;

para que nadie la robe.

Ya no hay alba ni hay ocaso.

Un paso más y otra palabra

acabaron sin rumbo.

Pura, la vida, sin nada;

sin ocaso o sensación

resbaló entre mis manos.

Mantuve mi pecho helado,

y el corazón húmedo de llanto.

No es ahora, Tiempo, un instante perdido.

Sueño como ayer.

Yo sueño con una palabra;

con una sola.

Ella es mía, ya lo era antes.

Lo fue y lo será porque

volverán mis manos hacia ella,

como una brisa helada sonando

en la mañana.

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