lunes, 5 de octubre de 2009


El vaso era en ese momento toda mi vida. Mi sangre, mi orgullo, mi pasión, mis horas de recuerdo, mi aliento entre los incansables sorbos. Manché mi camisa a propósito, ya estaba harto de esa tela amarillenta. Y entonces, cuando fui a levantarme, me encontré cansado. El espectáculo del bar, las camareras, la barra a lo lejos, el suelo pegajoso, todo me apretaba la cabeza, y me abrazaba con demasiada fuerza. Supe reaccionar al escuchar una increíble melodía. La melodía con la que soñé desde que era niño, con la que dormí tantas noches…

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