miércoles, 10 de marzo de 2010

(Qué alegría el no saber como)




Qué alegría el no saber como
saber de todo y nada.
Que de vinos mi alma se alimenta,
y de almas mis vinos, con absenta
remezclados entre llantos.

Oh, cuanto, y tanto fue
lo que no llamamos, a pesar:
Amor.

Que descanse el alma gélida y robusta;
Mis ingrávidas oraciones
de pasto y paso se desgranan,
se mueren, y gritan al viento.

Mas no, no me lleves, alma, a llorar
tan lejos.
Déjame escuchando el viento,
que mi piel sea una manta revestida
de miel y otras sustancias;
por un día de lluvia seremos
como hermanos.

Mas no, no me lleves, alma, a sentir
lo que un día llamé esperanza.
Fue tanto que ni fue ni nos miramos
tras ello, ni otra, ni más, ni una vez.

Nuestros ojos, viejos trovadores,
hablaron tanto que dolió
el no tenerte.

Mis palabras son y fueron lo único que me quedó,
y qué alegría tan calladas como hablaban
buscándote.

Mas no, no me lleves, alma, con amor.
Serás mi vida y mi muerte,
y tanto, y más, por un instante,
y menos serán las rosas viejas peregrinas
de la mansión de un sueño.

Mirarás el pasto gélido y robusto
como gélida es tu boca,
me matarás tras haberme sentenciado,
me humillarás y arrancarás
de mi cuerpo todos mis sentidos.

Serás el mar, vivo y presente,
serás lo que arrastra mi vida
y mi vida arrastrará tus besos.

Serás todo, mas no, no me lleves,
alma, sin amor.
Que seremos desgraciados,
mas tendremos lo que un día, a pesar,
llamamos de ese modo gélido,
como tu boca y mis besos.

Amor serás amor de mis recuerdos,
y mi pena, como al tiempo mi vida.
No vivo si no es por lamentos,
la razón, piel de mi existencia,
morirá callada en la espesura,
y te hablaré con la mano sangrienta
pervirtiéndote, atentándote,
corrupto, inmoral.

Detrás del fuego nos abrazaremos
con tanta furia,
y seremos, como fuimos,
nosotros, alados,
la muerte en gélidos abrazos.




No hay comentarios:

Publicar un comentario