miércoles, 3 de marzo de 2010

(Noche, con la ropa cargada)




Noche, con la ropa cargada
vengo a visitarte.
No es por mí ni por nadie;
mi visita pertenece a la vida.
Es por vivir por lo que vengo,
y por llorar lo que no hallé
al llorar lo que no tengo.

Noche, oh, cargada de engendros
y de solas soledades
que aspiran humo de las nubes
sin beber de sus lamentos.

Noche, oh, noche, noche llena de lamentos,
eres en vida lo demente de los cielos,
cielos moribundos, ruines, y cargados
de nubes muertas e invisibles a los sueños.

Diré de los vagabundos su objetivo:
Una vida,
un amor,
un recuerdo.

Fueron, lo diré, los amos de la noche,
fueron víctimas, y fueron vencedores,
fueron todo, y lo fueron antes.

Ahora, hablaré, son pequeños.
Amor, Amor
fuiste tú callado
quien me dijo que me acercara.
Y entre tinieblas y fuego
fui víctima del silencio.

¡Oh ruin! ¡Oh tenebroso!
¡Oh vano ardor vano ante la lluvia!
¡Vano por todo, ante todo!

Y vanidad banal ante la vida,
fuiste tú vida quien me advirtió de lo incierto,
como la muerte vino tan callando
y tan raudos se acercaron los lamentos.

Amor y fuego helados
en mis llantos se asemejan a las piedras.
Esquinas, esquinas
mueren por tenerte
y llorarte demasiado.

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