jueves, 12 de marzo de 2009

AL LADO DEL VIEJO MAL TIEMPO

Nieva en la calle. Blanquecino rencor de ciudadanos. Manipuladas gotas por el frío. Una larga cola de marionetas, un largo trayecto. La calle purifica el alma. El frío secciona las entrañas. Una gaviota imaginaria se apoya en una nube, tras una antena. Al lado del cristal empañado, un palo agitado, un hogar lejos de casa. Un palo humeante, un tipo de rueda y botón, al lado de una montaña, cubierta, blanca. Acostado, húmedo, arqueado. Respiro con ansia de ser un viejo tren, y viajar a un lugar extraño, lejos de la nada, aparcado en un retiro, suspirando palabras de joven halcón. Sin hacer caso a la anarquía metalizada, al comunismo fanfarroneado, al fascismo traidor. Mancho mi pecho, como caviar de cerdo. Orino en el monte, sin más. Aúllo, soplo, ralentizo el tiempo. Me acuesto en el regazo acusador de un día no soleado, sin nubes separadas. No hay distancia. Me siento conservado, sin prejuicios, en el más puro salvajismo. Siendo lo que siempre he querido. Un tipo demasiado ocupado para estar ocupado.

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