miércoles, 11 de marzo de 2009

OCASO


No quiero agobiar a las lágrimas que corren por mi cara, no me apetece mirar atrás. Sentado, aplazando el tiempo, al lado de un pitillo, recorriendo mis aventuras en una mente ya deshecha por mi estilo. Acariciando el momento de un trago de alcohol disfrazado de whisky, manchando mi pecho, cogiendo mi alma para guardarla al lado de la cabecera, en la mesilla, y volver a pensar sin más en la nada. Mañana es, por costumbre, lo mismo, la rutina está presente. Ignoro mi destino, prefiero morir sin ser visto, al lado de una última calada de humo ardiente, apalancado, esperando, sin más compañía que los restos finales de una historia que, como todas, tiene un final. La vida sigue siendo bella. Yo, sin más, la acaricio. Hace tiempo que dejé de buscar un motivo, me basta con sentir. Aun así, lloro por placer, y sueño en vela, manchado, irritado, sin más compañia que un viejo cuaderno lleno de notas y lamentos. En la cama, acabando el día, arrastrando mi vida, siendo yo. Sencillamente.

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