sábado, 18 de abril de 2009

POR SI NECESITAN IR AL SERVICIO


Me meo, sí, me meo. Puede ser que algunos no me consideren serio, pero es la naturaleza. Por norma, todos ustedes en algún momento sienten como su entrepierna cosquillea, como se desvanece el liquido consumido, vertiente amarillenta. Una borrachera, un ejemplo de echar los liquidos sobrantes por no consumirse en la nada. Y escribo más rápido que nadie, más rápido todavía porque estoy deseando satisfacer mi deseo. Pero antes aclararé una cosa, en mis noches de borracheras me consuelo con la almohada, me basta con sentir el dulce sonido de mi cabeza deslizándose por la tela acolchada, relatando los recuerdos de un día agitado. Y, al final de todo, me levanto un momento, y sigo hacia delante. Me paro ante la taza, y hago lo de siempre. Manchar la tapicería de un retrete sin usar. Meterme en los pensamientos de una mente en vela. Maltratar a los bichos que pasan por delante. Colarme en la vida de un recuerdo borracho. Mentirme a mí mismo. Saber que nunca llegaré bien a la cama. Saber que la habitación girará sin consuelo. Sabiendo que mi cerebro se llenara de pensamientos infructuosos. Y al llegar el día no hay vidas que valgan. La resaca no quiere esconderse. El ardor de estómago maltrata mi pecho. Y yo, yo, mi concepto, se pudre pensando que, atado a un cuerpo, debe relatar las letras que describan sus sentimientos. Me voy ya, es la hora. El otoño aun no ha llegado, pero las hojas se caen en mi recuerdo, vanidades, sí, por qué no decirlo, sin sentido.

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