miércoles, 22 de abril de 2009

I FOUGHT THE LAW


Una vez cogí un trozo de pan. Lo obsevé profundamente. Me vi afortunado. Pude acompañarlo. Al cabo de un rato me dirigí a mi habitación. Allí tomaba aire mi guitarra, mientras le soplaba el amplificador. Me senté en la cama. Sí, lo diré, no me preocupé de muchas cosas. Hablé con la almohada mientras escuchaba a Joe Strummer. Me vino una frase a la cabeza: I fought the law and the law won (Luché contra la ley y la ley ganó). Me ví involucrado en un falso crimen, mientras tarareaba la canción. Imaginé mi vida como atracador de bancos, al estilo de Oklahoma. Acabé por volverme loco, me resbalé en la moqueta, caí al suelo. Ví como pasaba por delante una cucaracha, me rozó la nariz. Soplé hacia la silla para ver si se movía, simplemente estaba cansado. Me levanté con desprecio, se acabó la canción. Cogí mi guitarra y empecé a tocar más temillas de los Clash, mientras pausadamente encendí un cigarrillo tomando por dios a una cerilla. Ví en los rasgueos una imagen borrosa, al movimiento me acompañaba una calada. El humo me destrozó el ojo. Un vecino me gritó por la ventana, le hice una mueca de desprecio. Aprendí que los malos gestos traían sus malas consecuencias. Sonó el timbre, la policía. Querían multarme, eran las doce de la noche. Yo quería pasar de aquella bronca, me multaron por duplicado al ser tenuemente grosero. Me cagué en todo. Al final, al acabar de enrabietarme, me dí cuenta de lo que inspiró al gran Strummer. O al menos lo que me hubiera inspirado a mí. Intentarlo, sí, luchar contra la ley. Acompañado de mis ultimos rasgueos para desahogarme y joder un poco al viejo de enfrente, canté mi último estribillo. Eran las doce y cinco, de mi boca salieron lentamente las últimas palabras. Un escupitajo marcó la moqueta. El ventilador estaba apagado. El viejo se removía de gusto. Cogí mi viejo revolver. Tiré la colilla por la ventana y disparé. No hice esfuerzos en no ser descubierto, no me apetecía levantarme de la cama. El viejo estaba tirado. La policía, que estaba abajo, oyó el disparo. Subió. Llamaron al timbre, tiraron la puerta. Estoy frente a un barrote, recordando aquella canción que me produjo sentir el frio tacto de una porra. Y miré al frente, y luché contra la ley, y perdí.

4 comentarios:

  1. Hola de nuevo trovador, primero comentarte que he de ponerme algún pseudónimo para diferenciarme de algún otro anónimo que decida adentrarse en tu blog. Simplemente seré "Primavera".
    Veo que hoy te encuentras inspirado. Al avanzar mi lectura, hasta el final, más intesidad adquiere el relato.
    Es sorprendente lo que una canción provoca en nosotros, la música transmite infinidad de sensaciones.
    Sinceramente, tienes una forma muy personal y especial de relatar. Y aunque ya me sienta familiarizada con ello, no dejas de sorprenderme.

    Como siempre, un placer.
    `Primavera´

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  2. De nuevo, gracias. Sí, tienes razón, una canción puede transmitir infinidad de sentimientos. Tanto de odio como de amor, de tristeza, de alegría, de incertidumbre. La música la considero como una sensación plasmada en notas, cuyas notas se pueden derretir a su vez en letras, y convertirse en pequeños relatos o pequeñas poesías que manifiesten la sensación del pleno bienestar. Un honor que te guste mi forma de escribir. Muchísimas gracias. Un saludo y mucha suerte.

    T.S.L.

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  3. Trovador,

    ¡Qué recuerdos me ha traído su fabuloso texto! A su edad la ley sólo existe para saltársela a la torera. ¡Quién pudiera recuperar esa inconsciencia cívica! Cuando en el instituto no cesan de lavarle el cerebro -ya sabe usted: esto es bueno, aquello es malo; esto es lo correcto, aquello no lo es; esto es lo apropiado, aquello es el infierno; esto te conviene, aquello acabará perdiéndote-, es comprensible que los dieciséis años se conviertan en la eterna cuenta atrás de una gran bomba.

    Sin embargo mucho me temo, ay, que la sociedad irá moldeándole poco a poco, tan lentamente que, cuando se dé cuenta, se habrá convertido en un buen chico que apenas se acordará de esos momentos en que su parte más golfa le empujaba a perpetrar sus pequeños -algunos de ellos muy muy muy pequeños- delitos.

    Estimado Trovador, se mueve usted mucho más a sus anchas en la prosa que en el verso. Continúe usted trabajando las distancias cortas de la prosa y proporcionándonos pequeños tesoros como este "I fought the law".

    Un saludo,

    David L. S.

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  4. Muchas gracias David, es un honor. En mi edad me siento con ganas de comerme el mundo, sin ganas de preocuparme. Me entristece pensar que la calma y el sosiego llegarán a mi vida. Pues hay que llegar a aquello a lo que llaman madurez. ¿Cómo de correcto es un hombre de 40 años bebiendo litronas al lado de un pino? Por eso admiro a Strummer, porque tuvo el valor de ignorar el "super yo". Porque luchó contra la ley hasta la hora de su muerte. Extrañamente -y digo extrañamente por el tópico de las estrellas del rock- no murió de sobredosis, sino de un fallo cardíaco. En fin, cuando llegue la hora de madurar que sea con la inmadurez saciada, y que en la mente broten alegres recuerdos de la felicidad estudiantil. Saludos y gracias de nuevo.

    T.S.L.

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